Termina un año terrible. Dientes apretados, ilusiones desilusionadas. Sueños que se despiertan. Bolsillos rotos. Prejuicios, desconfianza, mentiras y justificaciones.
Ganó la democracia. Superó todo y afrontó elecciones que se resolvieron con la educación y el respeto que se merecen.
Pero no todo muere ahí. Al contrario, continúa. Y vuelve la intolerancia. La democracia argentina festeja, pero está vacía. No hay plazas que convocan, que reúnen. Hay plazas que se llenan pero que compiten con otras plazas.
La Argentina modelo 2019 no puede conjugar los verbos en la primera persona del pural. Hay quienes conocen más los defectos del otro más que las virtudes propias.
En la Provincia han habido elecciones. La oferta electoral ha sido variada. Sin embargo, muchas de las decisiones de los dirigentes han dependido de las presiones y del dinero que se ha puesto en juego. No han sido ni valores ni ideales los motores que han definido plataformas o proyectos definitivos para que el ciudadano ejerza el supremo derecho de elegir.
En ese marco la sociedad ha sido maravillosamente solidaria con la democracia y con sus obligaciones. A cambio ha recibido una dirigencia temerosa, preocupada, pero por sobre todo especulativa. Los principales actores de la vida pública sean del color que sea están atentos a que las cosas no cambien con tal de sostener el poder y sus privilegios. En esa especulación sostienen todo lo demás: corrupción, sistemas obsoletos, prebendas, desbarajustes fiscales. Cuando la población toma conciencia de ello empieza a hablar de dos temas sumamente riesgosos. Hay quienes dicen que los políticos tienen la culpa y son los responsables de la crisis y de cada una de las cosas que nos pasan. Y, también están los que dicen hay que irse del país. Dos posiciones que sacan el compromiso, las obligaciones y las responsabilidades que nos competen como ciudadanos. Otra vez todo está en riesgo.
No es un problema de la Argentina, es una crisis que afecta a la región y que promete tiempos complicados.
Son cuestiones que se cuelan en los problemas de todos los días. No sólo en la comida diaria, sino en el respeto hacia el peatón o al prójimo que sube al taxi. También en el esfuerzo del estudiante o del trabajador que alivia su crisis apoyándose en la ley del menor esfuerzo.
Argentina modelo 2020 promete un año terrible. Depende del consenso y del sinceramiento para empezar a crecer de nuevo.